Story

Por qué amo a mi au pair

Por Cindy Donehoo, mamá anfitriona de Cultural Care en Illinois

Nuestra familia fue bendecida con tres hermosos varones. Aunque siempre estuvimos muy contentos con nuestros varoncitos, siempre quisimos tener una nena. Lo que no esperábamos era tener una de… dieciocho años, de Hanover, Alemania.

Cuando conocimos a Julia por Skype quedamos impresionados con su seguridad y humor. Al final de la llamada por Skype, ella nos preguntó si podía enviarnos todos los días “un mini-diario” por mail durante el tiempo que durara el proceso de la entrevista. Por supuesto que dijimos que sí. Pensamos que era una maravillosa forma de conocerla mejor. Casi no nos dimos cuenta de que cuando se unió a nuestra familia en Estados Unidos, ¡ya habíamos recibido 174 de esos mini-diarios!

174 mini-diarios, 15 llamadas de Skype y después pasamos a buscar a Julia por el aeropuerto y fue como si hubiera formado parte de nuestra familia desde que nacieron los chicos. Sabía qué los hacía reír, qué les gustaba leer, qué comida les gustaba comer, qué dinosaurios les gustaban, qué pez hubieran elegido para nuestra pecera e incluso ¡qué Pokémon les gustaba atrapar!

Su disposición para aceptar el amor de los chicos por la naturaleza fue admirable. Hacía excursiones nocturnas con ellos para atrapar ranas y observar insectos. Pescó con nosotros tanto en los estanques como en el barrio o en los ríos de las Montañas Rocosas. Nunca la escuchamos quejarse, ni después de la vez 50 de haber llevado a los chicos al medio de la naturaleza. Para los chicos, cada visita era siempre divertida. Julia es sociable y extrovertida, y tiene las amigas au pairs más divertidas en Estados Unidos. Sus dos amigas (ambas llamadas Vicky) eran absolutamente graciosas. Llevarlas al restaurante alemán local y mirarlas subirse a cantar canciones alemanas y austríacas con la banda fue algo fantástico. Esperamos que Julia siga siendo amiga de esas chicas maravillosas el resto de su vida.

Cuando Julia se unió a nuestra familia, sabíamos que sería difícil despedirnos de ella. Le dijimos: “Si no lloramos al finalizar esta experiencia es porque fuimos la familia incorrecta para vos”. Lloramos. Mucho. La peor parte fue verla caminar y pasar por el control de seguridad en el aeropuerto. De repente, nuestra hija se había ido. Amamos tan sinceramente a Julia que no podemos esperar a que vuelva pronto a casa, a su segundo hogar.